17 mayo, 2012

Una antigua lección que sigue enseñando para quien quiera aprender a ver de un ciego



Tiresias (dicen las viejas historias)  miró a Palas Atenea, la que no   debía ser vista, su osadía fue la razón por la cual fue condenado a la ceguera. Los dioses indignados así definieron la pena. Pero como dioses semejantes a los hombres, (por igual crueles y piadosos),  lo compensaron con el don de la profecía.

Tiresias de este modo, queda así colocado en un inconfortable lugar imposibilitado de ver lo que ocurre a su alrededor, mientras vive, puede  ver el futuro. La incomodidad de la posición de Tiresias reside en que no puede intervenir sobre aquello que ve del tiempo aún no acontecido. Visualiza un mundo en el que no ha vivido y en el que aún nadie vivió.

Lo que Tiresias el ciego, ve, se materializará en otro presente. No puede intervenir, ni provocar/ anticipar, ni impedir. Parecería que la cuestión confirma la idea de un inexorable.
Recordemos que inexorable, definido como ineluctable, implacable, forma parte de las palabras terminantes y terminales. 

El carácter fatalista de inexorable es la consecuencia de expresar lo negativo de exorabilis, y exorabilis que remiten a rogar.
Lo inexorable debe entenderse entonces como aquello que no es piadoso, lo que no se va a dejar ablandar por los ruegos. Y es por esto, porque no responde al ruego, porque  no  hay  manera  eficaz  de  rogar,  que  el  posicionamiento  del  sujeto  contra  lo inexorable no se resuelve ni tramita  por la plegaria, sino por la política.  De eso se trata.

Lo interesante de la historia de Tiresias es que justamente allí donde el hombre parece sometido a una impotencia de acción, la misma que lo lleva  a afirmar frente a Edipo: Cosa funesta es el conocimiento cuando conocer no sirve de nada,  el personaje introduce un detalle. (¿Recuerdan cuando Benjamín se refería a la posibilidad de que un mundo estuviera contenido en un detalle?).
Se trata de un detalle no menor, según cuentan Tiresias parece trampear a la impotencia doble: la de la ceguera y la de no   intervención que los dioses hacen coincidir en su persona. Para decir lo que ve, Tiresias recurre al futuro condicional y sus frases tienen siempre esta estructura: si... (tal cosa), entonces ... (tal otra). 

Al usar el condicional para anticipar lo venidero, pone en juego una cuestión existencial. Es decir, nos interroga a cada uno de nosotros en ese "si..., entonces". Obliga de este modo a dar cuenta de la condición, a tomar conciencia y al hacerlo nos demanda acerca del modo en que cada uno de nosotros cumple con el oficio de vivir, o renuncia.

Por ello  Tiresias plantea nada más y nada menos que la pregunta acerca de como entendemos y como intervenimos en las cosas de los hombres.   El don de Tiresias, con sus prohibiciones, (no intervenir, no provocar, no impedir), lo coloca en un lugar de espectador casi impotente, y el condicional al que recurre, quizás como plan para modificar el límite, nos coloca a nosotros a su vez en el lugar de sujetos que debemos y que podemos influir en el desarrollo de los acontecimientos y sujetos.
Trabajo de adivinación,   de anticipación. Semejante y a la vez diferente al de Tiresias, la política incluye la anticipación ahí donde sólo había adivinación.
La historia nos obliga  a pensar cómo nos preparamos, qué estamos dispuestos a evitar y qué nos comprometemos a provocar. Recordatorio del  poder de cada individuo sobre sus propios actos. 
http://www.poesiadelmomento.com/luminarias/mitos/32pic.jpgTiresias advertía (y a través del tiempo sigue haciéndolo) que toda profecía puede ser desarticulada a condición que cada sujeto (singular o colectivo) interviniera completando la frase  “si... entonces”, es decir poniendo en juego el poder sobre sus propias decisiones, sobre su propia vida.
Un
ciego - vidente,  que casi nadie ya recuerda, puso en evidencia hace siglos, que el futuro siempre depende de las acciones de los hombres. 
Más cerca nuestro, un filósofo (Jean Luc Nancy)  lo dirá con las palabras de la contemporaneidad: 
Si queremos la verdad de otro mundo, si queremos la verdad de un mundo otro, tenemos que dárnosla. Si queremos otra razón en esta locura, tenemos que inventarla.
Por  ello  sostendremos  que  anticiparse  no  es  otra  cosa  que  una  manera  de nombrar  el  trabajo  de  la  educación.  Por  eso  sostendremos  el  necesario  pasaje  de profecía  a profesor.
Los educadores, fuera del templo o sin templo, profanos, nos hacemos cargo de la raíz de la palabra, - proferir, pronunciar, profere, - echar fuera de la boca las palabras. Y declaramos, porque profesamos, que otro mundo puede advenir, y no por inspiración divina  sino  por  decisión  de  los  hombres.  Por  decisión  y  acción  de  los  hombres afirmamos que puede haber otro modo, un modo nuevo y distinto de trabajar, más allá, más acá, de lo inexorable.



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Fragmento del artículo: "La (no) inexorable desigualdad" escrito por Graciela Frigerio -directora del CEM- para la Revista CIUDADANOS , abril de 2004 - FLACSO Arg.