Tiresias (dicen las viejas historias) miró a Palas Atenea, la que no debía ser vista, su osadía fue la razón por
la cual fue condenado a la ceguera. Los dioses indignados así definieron la
pena. Pero como dioses semejantes a los hombres, (por igual crueles y
piadosos), lo compensaron con el don de
la profecía.
Tiresias de este modo, queda así colocado en un inconfortable
lugar imposibilitado de ver lo que ocurre a su alrededor, mientras vive,
puede ver el futuro. La incomodidad de la posición de Tiresias reside en
que no puede intervenir sobre aquello que ve del tiempo aún no acontecido.
Visualiza un mundo en el que no ha vivido y en el que aún nadie vivió.
Lo que Tiresias el ciego, ve, se materializará en otro presente.
No puede intervenir, ni provocar/ anticipar, ni impedir. Parecería que la
cuestión confirma la idea de un inexorable.
Recordemos que inexorable, definido como ineluctable,
implacable, forma parte de las palabras terminantes y terminales.
El carácter fatalista de inexorable es la consecuencia de expresar lo negativo de exorabilis, y exorabilis que remiten a rogar.
El carácter fatalista de inexorable es la consecuencia de expresar lo negativo de exorabilis, y exorabilis que remiten a rogar.
Lo inexorable debe entenderse entonces como aquello que no es
piadoso, lo que no se va a dejar ablandar por los ruegos. Y es por esto, porque
no responde al ruego, porque no hay
manera eficaz de
rogar, que el
posicionamiento del sujeto
contra lo inexorable no se
resuelve ni tramita por la plegaria,
sino por la política. De eso se trata.
Lo interesante de la historia de Tiresias es que justamente allí
donde el hombre parece sometido a una impotencia de acción, la misma que lo
lleva a afirmar frente a Edipo: Cosa funesta es el conocimiento cuando
conocer no sirve de nada, el personaje
introduce un detalle. (¿Recuerdan cuando Benjamín se refería a la posibilidad
de que un mundo estuviera contenido en un detalle?).
Se trata de un detalle no menor, según cuentan Tiresias parece
trampear a la impotencia doble: la de la ceguera y la de no intervención que los dioses hacen coincidir
en su persona. Para decir lo que ve, Tiresias recurre al futuro condicional y
sus frases tienen siempre esta estructura: si... (tal cosa), entonces ... (tal
otra).
Al usar el condicional para anticipar lo venidero, pone en juego
una cuestión existencial. Es decir, nos
interroga a cada uno de nosotros en ese "si..., entonces". Obliga
de este modo a dar cuenta de la condición,
a tomar conciencia y al hacerlo nos demanda acerca del modo en que cada uno de
nosotros cumple con el oficio de vivir, o renuncia.
Por ello Tiresias plantea
nada más y nada menos que la pregunta acerca de como entendemos y como
intervenimos en las cosas de los hombres.
El don de Tiresias, con sus
prohibiciones, (no intervenir, no provocar, no impedir), lo coloca en un lugar
de espectador casi impotente, y el condicional al que recurre, quizás como plan
para modificar el límite, nos coloca a nosotros a su vez en el lugar de sujetos
que debemos y que podemos influir en el desarrollo de los acontecimientos y
sujetos.
Trabajo de adivinación,
de anticipación. Semejante y a la vez diferente al de Tiresias, la
política incluye la anticipación ahí donde sólo había adivinación.
La historia nos obliga a
pensar cómo nos preparamos, qué estamos dispuestos a evitar y qué nos
comprometemos a provocar. Recordatorio del
poder de cada individuo sobre sus propios actos.
Un ciego - vidente, que casi nadie ya recuerda, puso en evidencia hace siglos, que el futuro siempre depende de las acciones de los hombres.
Más cerca nuestro, un filósofo (Jean Luc Nancy) lo dirá con las palabras de la contemporaneidad: Si queremos la verdad de otro mundo, si queremos la verdad de un mundo otro, tenemos que dárnosla. Si queremos otra razón en esta locura, tenemos que inventarla.
Por ello sostendremos
que anticiparse no
es otra cosa
que una manera
de nombrar el trabajo
de la educación.
Por eso sostendremos
el necesario pasaje
de profecía a profesor.
Los educadores, fuera del templo o sin templo, profanos, nos
hacemos cargo de la raíz de la palabra, - proferir, pronunciar, profere, - echar fuera de la boca las
palabras. Y declaramos, porque profesamos, que otro mundo puede advenir, y no
por inspiración divina sino por
decisión de los
hombres. Por decisión
y acción de
los hombres afirmamos que puede
haber otro modo, un modo nuevo y distinto de trabajar, más allá, más acá, de lo
inexorable.
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Fragmento del artículo: "La (no) inexorable desigualdad" escrito por Graciela Frigerio -directora del CEM- para la Revista CIUDADANOS , abril de 2004 - FLACSO Arg.
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