07 octubre, 2009

"Un día los pupitres florecerán"

"Juanito dibujando" por Pierre Auguste Renoir


Una profesión degradada…

Paralelamente y por efecto de lo que analizáramos en entradas anteriores, las instituciones escolares adquirieron un fuerte sesgo endogámico que hoy cuesta desarticular. Empecinados algunos en creer que el mundo exterior “es contaminante” se niegan a abrirle las puertas sin advertir, como se ha dicho muy bien, que la realidad “se interna por las ventanas “o entra vestida con guardapolvo blanco.
Se agrega a todo esto el hecho de que en las últimas décadas, la docencia como opción laboral comenzó a encontrarse en una situación conflictiva:
Frente al deterioro salarial y de las condiciones de trabajo aparece cada vez menos atractiva. Pero por otro lado frente a una creciente desocupación, para ciertos sectores al menos, garantiza un ingreso estable y obra social.


La formación de los docentes presenta también características que colaboran negativamente en su desarrollo como intelectuales críticos:
Es aquí interesante el análisis que de ello hacen  A. Birgin, y  S. Duschatzky


· Instituciones formadoras que se mimetizan con el nivel para el que forman a los docentes, adoptando estilos infantilizantes, que solo proporcionan matrices de aprendizaje institucional inadecuados a una formación intelectual reflexiva.
· Planes de estudio con una rígida estructura deductiva , una formación pedagógico-didáctica que carece de confrontación de enfoques y alternativas, divorciada de los contenidos sustantivos y de la posibilidad de relacionarlos.
· El abordaje de las realidades cotidianas desde posiciones dicotomizadas y simplistas.
· Priorización de los conocimientos alejados de sus fuentes (la realidad como un sistema relacionado) y de sus contextos de producción (la ciencia), aparecen como “algo dado e inamovible” –verdades absolutas- y no como construcciones sociales susceptibles de ser criticadas y sustituidas por otras más adecuadas .


Retos y desafíos…

Los docentes vistos como intelectuales hoy tienen ante sí el reto de entablar un debate público con sus críticos, así como la oportunidad de comprometerse haciendo la autocrítica necesaria con respecto a
· la naturaleza y finalidad de la preparación del profesorado,
· los programas de perfeccionamiento,
· las formas dominantes de la enseñanza en el aula,
· la relación que entablarán con el conocimiento
· la defensa del espacio pedagógico del que son ellos mismos un elemento insustituible y fuertemente protagónico.
Pero a la vez revisar dicho protagonismo que no puede serlo desde un lugar de dominio y control sino de construcción de vínculos positivos.


Sería oportuno que desempeñen un papel responsable en la configuración de los objetivos y condiciones de la enseñanza escolar, esforzándose por crear las condiciones que les permitan convertirse en profesionales, con el conocimiento y el valor adecuados, para trabajar transformando reflexivamente las prácticas sociales que encarnan.

Pero asimismo desarticular cierta ilusión de omnipotencia que les impide reconocerse formando parte de una nueva y muy compleja realidad que articula factores políticos, institucionales, curriculares, culturales, históricos y que les impone una fuerte oposición desde lugares donde se generan nuevos sentidos (proliferación tecnológica, cultura mediática o de medios de comunicación, exclusión social, nuevas culturas de autogestión social producto de la pobreza, nuevos modos de relación familiar y social, etc.), afectando el significado y objetivos de la escolarización misma.


Ilustración de Francesco Tonucci


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